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El discurso de Henar Álvarez que desmonta el prejuicio creciente sobre las redes sociales

Grupo M | 13 marzo, 2023

«Muchísimas gracias sobre todo a nuestras seguidoras, porque a todas las que estamos aquí no nos ha elegido ningún directivo de televisión. Gracias a eso se han roto moldes y gente que no encajábamos en lo que querían, por edad, por como nos vestimos, por como es nuestro cuerpo. por género, por cuna… ahora tenemos un micro«. Lo ha dicho la cómica Henar Álvarez al recoger su premio Ídolo al compromiso social. Galas de premios hay muchas, pero esta se la ha inventado Dulceida para poner en valor a las nuevas profesiones surgidas de la influencia en la red y que no se puede juzgar como algo marciano. Con todos los respetos a los marcianos.

Aunque sobre todo el agradecimiento de Henar en la gala esconde un aprendizaje con lo mucho bueno que han traído las nuevas plataformas virales, como una oportunidad para plasmar talentos que antes se podían quedar en tinteros. Pero, claro, el negativismo siempre llama más la atención. Y se recalca siempre las redes han traído la expansión de los bulos sin fltros, la polarización de las corrientes de opinión y la dictadura del like, que favorece una necesidad constante de ser validados por el prójimo en cada publicación en Instagram, TikTok o dónde sea. De hecho, da la sensación de que todo tiene que ser público. Si no lo publicas, no ha pasado. Nos estamos convirtiendo en showrunners de nuestra propia existencia para no defraudar las expectativas del resto. Vamos a los sitios que son instagrameables, evitamos los lugares insípidos.

Entre tanta morralla de la egolatría del ‘me gusta’, las redes sociales también han conectado conocimiento y creatividad. Han democratizado las ideas, permitiendo que grandes creadores, que se salen del guion prestablecido, puedan mostrarse al mundo y ser accesibles por encima de los corsés y prejuicios de la industria audiovisual tradicional.

Internet es la herramienta que está retratando nuestro tiempo con la mente más abierta, un punto de encuentro donde atreverse a enseñar al mundo tu mirada, tu compromiso, tu imaginación. Y sin pedir permiso, esquivando los miedos de la industria audiovisual clásica que se ha ido quedando atrás cuando no sabía leer las sensibilidades en las que habita su sociedad. Ahora, en cambio, todos podemos plasmar nuestra autoría en la red, de tantas maneras como artes existen.

Henar Álvarez es un buen ejemplo en el ámbito del humor. Su éxito es nativo de la viralidad. Su discurso de la gala de los premios Ídolo es un agradecimiento a los talentos que nos perdíamos cuando unos pocos hablaban sobre cómo éramos todos. Faltan muchos todavía, pero la foto está más completa y Henar la enfoca dando las gracias a todas las mujeres, también a las que no cumplían los patrones de la moralidad. Así agradeció en los Ídolo «a las verduleras, a las barriobajeras, a las que hablan alto, a las que nos sentamos con las piernas abiertas, a las que molestamos en los sitios de los ricos... Tenemos un micro que nos ha dado las redes sociales, y hay que aprovecharlo». Las redes pueden ser el empecinamiento de la irritación o la oportunidad a las ideas. Atendemos más a lo primero, pero nos está enriqueciendo lo segundo.


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El bulo de que compartiendo este vídeo de una niña estarás contribuyendo para su operación contra el cáncer

Grupo M | 5 febrero, 2023

“¡Campaña para la cirugía de esta monada! Cada vez que reenvías este video, ella gana 0,10$”. Se está compartiendo de forma masiva esta cadena de WhatsApp, junto a un vídeo en el que se puede observar a una niña en un hospital bailando, y por el que nos habéis consultado a través del chatbot de WhatsApp de Maldita.es (+34 644 229 319).

Pero ni compartiendo este vídeo estaremos contribuyendo a la operación de la niña que aparece en el vídeo, ni las imágenes son actuales. WhatsApp no puede saber qué vídeo se está compartiendo entre usuarios, ni cuantas veces se ha reenviado, ya que funciona con un “cifrado de extremo a extremo”.

Es decir, que «sólo tú y la persona con quien te comuniques puedan leer o escuchar lo que se envía, y que nadie más, ni siquiera WhatsApp, pueda hacerlo«, asegura la propia plataforma en su apartado de preguntas frecuentes.

Además, estas imágenes ni siquiera son actuales, y no están grabadas en España. A través de una búsqueda inversa hemos podido encontrar su origen, y este vídeo fue publicado en 2017. La niña que aparece en el vídeo padecía histiocitosis de células de Langerhans (HCL), y estaba ingresada en el Hospital Ribeirão Preto, que está situado en Sao Paulo, en Brasil.

No es la primera vez que se difunden vídeos de este tipo, asegurando que si los compartes estarás contribuyendo a una buena causa. Ya hemos detectado otras campañas similares, como una imagen que aseguraba que por cada 10 personas con las que compartieras esa misma fotografía, WhatsApp dedicaría «1 euro a la investigación contra el cáncer».

En resumen, si te llega este vídeo de una niña bailando en un hospital no vas a recaudar dinero compartiéndolo. WhatsApp no hace un seguimiento de lo que compartes y el vídeo no es actual.


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Luis Enrique, ventajas y peligros de ser entrenador y streamer

Grupo M | 5 diciembre, 2022

La prensa del corazón y la prensa futbolera siempre se han parecido más de lo que quieren creer. Si los famosos ya han aprendido a utilizar las redes sociales para neutralizar a los paparazzis, ahora los profesionales del fútbol pueden ahorrarse intermediarios para narrar en primera persona su experiencia en el campo e incluso fuera de él.

Si las celebrities suben a su Instagram un posado bien cuidado desde su lugar de vacaciones mucho antes de que pueda llegar un fotógrafo a espiar y captar una imagen regulera, ahora los profesionales del fútbol tienen las herramientas para conversar de tú a tú con sus seguidores. Un atajo para que no hablen por ti como antaño con ayuda de una fácil y rápida tecnología actual que permite un contacto directo con la afición.

Así lo hace Luis Enrique, entrenador de la selección española, que se ha abierto un canal de Twitch para comentar y mostrar la trastienda del Mundial de Qatar. Su naturalidad a la hora de contar cómo está viviendo la competición frena cualquier tipo de suspicacias, que alimentaban tanto los dimes y diretes de los comentaristas del fútbol que, a menudo, seguían las mismas técnicas de especulación de las revistas del cuore.

Luis Enrique aprovecha la tecnología existente para hablar como un hincha más pero, a la vez, intentando divulgar lo que no se ve de su experiencia en el mundial. Y sin necesidad de soportar preguntas incómodas. De hecho, en su canal de Twitch se adelanta a la pregunta incómoda.

Los agoreros de siempre gritarán: ¡el fin de la prensa especializada en fútbol! Pero la realidad es que es absolutamente complementario el trabajo del periodista y una emisión propia de Luis Enrique, desde la plataforma que sea.

Cambian las pantallas, aunque lo que no varía es la necesidad de periodistas que aporten perspectiva y criben las medias verdades. Un Twitch de Luis Enrique sólo suma, pues bien consumido acerca con naturalidad el trabajo de la selección. Hasta con los errores que se pueden cometer al comentar la «vida» sin demasiados filtros desde una plataforma tan sencilla en la que uno se puede olvidar que no está en un bar con los amigos y debe demostrar sus responsabilidades frente a la cámara, por pequeña que sea.

Aunque, tras años de glorificarse en las lejanas alturas de los secretos del poder, lujos y privilegios, al fútbol le viene bien caer en la tentación del reality de las redes sociales. Hasta equivocándose en la exposición de la viralidad. Como nos ha pasado a todos alguna vez. Así, igual, el fútbol de primera línea vuelve a parecer más mundano y menos marciano.


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Elon Musk, máximo representante de la morralla de Twitter

Grupo M | 28 noviembre, 2022

Twitter es un lugar poderoso. Como ventana de acceso a información, como vía a la participación y como púlpito para la protesta. Hasta ahora, Twitter pretendía construirse entre todos los usuarios, sin fronteras ni clases, un valor añadido de nuestro tiempo, como punto de encuentro abierto al debate plural sin aparentes cortapisas. Pero su rápida manera de uso favorece cortapisas. Y peligrosas. Y las representa, prácticamente todas juntas, la forma en la que tuitea el nuevo propietario del propio Twitter, Elon Musk.

El magnate no puede parar de tuitear impulsivamente todo el rato. Transmite la felicidad de sentirse centro de atención y, a la vez, muestra la torpeza del boca-chancla que publica el comentario antes de pensar. En efecto, eso también es Twitter. Y eso es Elon Musk. Así el millonario se mueve como pez en el agua en una red social en la que se interactúa con tal vertiginosa intensidad que puede abrumar hasta descolocar. Una vorágine histérica y precipitada que, muchas veces y ante asuntos especialmente polémicos, anula cualquier dosis de esa templanza, moderación y sensatez que son necesarias para analizar con perspectiva y rigor cualquier tema.

¿En Twitter todo se magnifica, como decían en la casa de Gran Hermano? Algo así. Y dentro de esa exaltación que producen los temas más sensibles, lo que a priori debía ser un valeroso foro de intercambio de conocimiento y puntos de vista se transforma en una herramienta ideal para titulares sectarios o interesados, que no son del todo ciertos o que incluso buscan confundir adrede. Lo sufrimos desde hace años: difama que algo queda. Y en Twitter queda, y mucho, pues la celeridad con la que fluyen (y se expanden) los contenidos no deja margen, en muchos casos, a expresar una opinión mínimamente reposada, o simplemente pararse a pensar para poder asimilar. Entre la ebullición del retuiteo, es muy fácil caer, de hecho, en informaciones falsas y tuitearlas con vehemencia. Pocos usuarios han podido evitarlo. ¿Cuántas veces se ha dado por muerto a alguien que en realidad está bien vivo? ¿Cuántos bulos se difunden cada día? El mismo Elon, en sus tuits y como buen representante de la forma de consumir Twitter, da la sensación que no pretende distinguir bien entre especulación y realidad. Que la realidad no te arruine una creencia.

El periodismo, en este sentido, es fundamental para cribar y contextualizar tanto caudal informativo de una red social en la que ni Elon Musk parece tener contrastado aquello que tuitea sobre el futuro de su compañía. Otra dinámica habitual del espinoso uso de Twitter. Se sueltan las liebres para ver cómo reacciona el personal. O se tiran las piedras y se esconden las manos. Siempre hay gente, con nombre y apellidos o escondida tras el anonimato, muy interesada en que determinadas falsedades parezcan ciertas. Saben que muchas mentiras se pueden convertir en verdades a fuerza de retuiteo.

En esta tesitura, los medios de comunicación son los que han de erigirse como guardianes de la verdad. Sin embargo, lo que lleva años y años ocurriendo, es que los medios también sucumben a la tentación de publicar a toda prisa el retuiteo. Pocas veces hay tiempo de verificar, ya si eso se rectifica después. Pero la rectificación siempre tiene menos resonancia que la conspiración. Lo simplista y pobre gana. Elon Musk también aprovecha esta circunstancia. Su ego está en efervescencia, el mundo está atento a cada uno de sus pasos y su sensación de poder se le sale por los bolsillos al controlar la gran red social del flujo de información en directo. Desde hace una década, Twitter y sus pantallazos llenan horas y horas de televisión, del magacín al informativo, aunque el tema no dé más de sí. Si lo dice Twitter, parece que ya es noticioso.

Y, mientras tanto, cada vez parece más difícil discernir entre lo esencial y la morralla. Es el periodismo el que tiene la responsabilidad de enfocar, ordenar y dar luz a lo que pasa en el caudal de Twitter. Eso se consigue promoviendo en la sociedad espíritu crítico, enfocando lo interesante y atenuando lo accesorio. Aunque a veces cueste mucho encontrar la aguja en el pajar. Menos aún con la irrupción del ímpetu de Elon Musk, que no tiene pinta de entender muy bien para qué sirve la responsabilidad de cuidar la convivencia en una red social. De hecho, él mismo ha irrumpido en la compañía tuiteando con la misma ferocidad del hater: arrasando con todo, sin necesidad de escuchar a nadie y con la seguridad de sentirse superior al resto de la humanidad.



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