La propaganda de guerra y la era de las redes sociales
La táctica de guerra va unida a la estrategia de propaganda. Sin embargo, las redes sociales han cambiado tanto nuestra manera de relacionarnos con la realidad que es más difícil controlar el caudal informativo. Hay imágenes de casi todo, todo el rato. Cualquiera puede denunciar aquello que está pasando enviando una señal de vídeo con sólo un buen smarthphone. Así sucede a diario en Gaza. Sin embargo, estar hiperconectados no significa que las manipulaciones bélicas sean menos eficaces. Sólo han mutado. Y ahora hay una nueva arma: retransmitir en exceso fomenta una sensación de reality show que empuja a la deshumanización de las víctimas, clásico as en la manga de la propaganda. Lo vemos estos días con la manera en la que aparecen israelíes parodiando a los palestinos en videos de TikTok. Una red social sin ley, que normaliza el escarnio habitualmente, también en los conflictos bélicos.Creemos estar informados pero la mayor parte del tiempo estamos distraídos. La actualidad se comenta como si fuera un videojuego en Twitch. Nos indignamos, olvidamos. Nos irritamos, olvidamos. Estamos dejando de ser lectores, espectadores u oyentes para ser consumidores de imágenes detrás de una pantalla que deslizamos con el dedo y pasamos de una coreografía divertida a un bombardeo en un segundo.Estamos rodeados de información en estribillo. Y de pseudoinformación, pues cada vez es más complicado discernir entre realidad y ficción, entre verdad y deseos. Cuantos más impactos noticiosos y opinativos tenemos en nuestra mano, en más burbujas de autoafirmación no vamos quedando atrapados. Porque en el auge de la viralidad es fácil rodearse de aquellos que dan la razón a nuestras expectativas y, a la vez, cancelar a todos los que las rebaten. Aunque podamos saciar nuestra curiosidad como nunca, aprendiendo de todo lo que desconocemos, la bulla atrapa. Es más morbosa, cala en nuestras emociones más apasionadas. Es la contradicción perversa de las redes sociales, que se han convertido en la gran portada al mundo. Una portada que se jerarquiza por velocidad, no por criterios periodísticos. A más likes por segundo, más visibilidad.Vivimos el presente más intensamente que nunca. Y la ‘última hora’ lo devora todo. Hasta la capacidad de pararse a pensar. Perfecto para los que sacan rédito de la ansiedad de los miedos: habitar sólo en el presente impide tirar de la memoria que ayuda a discernir con cierta perspectiva. Incluso a relativizar, entre tanto eslogan coreado para crispar y movilizar la emoción identitaria que paraliza la razón crítica.Los propios medios de comunicación llegamos más tarde que un tuit. O posteo. O como se llame ahora. Pero si se compite sólo con la velocidad en esta guerra el periodismo habrá perdido. La sociedad, también.