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Elon Musk, máximo representante de la morralla de Twitter

Grupo M | 28 noviembre, 2022

Twitter es un lugar poderoso. Como ventana de acceso a información, como vía a la participación y como púlpito para la protesta. Hasta ahora, Twitter pretendía construirse entre todos los usuarios, sin fronteras ni clases, un valor añadido de nuestro tiempo, como punto de encuentro abierto al debate plural sin aparentes cortapisas. Pero su rápida manera de uso favorece cortapisas. Y peligrosas. Y las representa, prácticamente todas juntas, la forma en la que tuitea el nuevo propietario del propio Twitter, Elon Musk.

El magnate no puede parar de tuitear impulsivamente todo el rato. Transmite la felicidad de sentirse centro de atención y, a la vez, muestra la torpeza del boca-chancla que publica el comentario antes de pensar. En efecto, eso también es Twitter. Y eso es Elon Musk. Así el millonario se mueve como pez en el agua en una red social en la que se interactúa con tal vertiginosa intensidad que puede abrumar hasta descolocar. Una vorágine histérica y precipitada que, muchas veces y ante asuntos especialmente polémicos, anula cualquier dosis de esa templanza, moderación y sensatez que son necesarias para analizar con perspectiva y rigor cualquier tema.

¿En Twitter todo se magnifica, como decían en la casa de Gran Hermano? Algo así. Y dentro de esa exaltación que producen los temas más sensibles, lo que a priori debía ser un valeroso foro de intercambio de conocimiento y puntos de vista se transforma en una herramienta ideal para titulares sectarios o interesados, que no son del todo ciertos o que incluso buscan confundir adrede. Lo sufrimos desde hace años: difama que algo queda. Y en Twitter queda, y mucho, pues la celeridad con la que fluyen (y se expanden) los contenidos no deja margen, en muchos casos, a expresar una opinión mínimamente reposada, o simplemente pararse a pensar para poder asimilar. Entre la ebullición del retuiteo, es muy fácil caer, de hecho, en informaciones falsas y tuitearlas con vehemencia. Pocos usuarios han podido evitarlo. ¿Cuántas veces se ha dado por muerto a alguien que en realidad está bien vivo? ¿Cuántos bulos se difunden cada día? El mismo Elon, en sus tuits y como buen representante de la forma de consumir Twitter, da la sensación que no pretende distinguir bien entre especulación y realidad. Que la realidad no te arruine una creencia.

El periodismo, en este sentido, es fundamental para cribar y contextualizar tanto caudal informativo de una red social en la que ni Elon Musk parece tener contrastado aquello que tuitea sobre el futuro de su compañía. Otra dinámica habitual del espinoso uso de Twitter. Se sueltan las liebres para ver cómo reacciona el personal. O se tiran las piedras y se esconden las manos. Siempre hay gente, con nombre y apellidos o escondida tras el anonimato, muy interesada en que determinadas falsedades parezcan ciertas. Saben que muchas mentiras se pueden convertir en verdades a fuerza de retuiteo.

En esta tesitura, los medios de comunicación son los que han de erigirse como guardianes de la verdad. Sin embargo, lo que lleva años y años ocurriendo, es que los medios también sucumben a la tentación de publicar a toda prisa el retuiteo. Pocas veces hay tiempo de verificar, ya si eso se rectifica después. Pero la rectificación siempre tiene menos resonancia que la conspiración. Lo simplista y pobre gana. Elon Musk también aprovecha esta circunstancia. Su ego está en efervescencia, el mundo está atento a cada uno de sus pasos y su sensación de poder se le sale por los bolsillos al controlar la gran red social del flujo de información en directo. Desde hace una década, Twitter y sus pantallazos llenan horas y horas de televisión, del magacín al informativo, aunque el tema no dé más de sí. Si lo dice Twitter, parece que ya es noticioso.

Y, mientras tanto, cada vez parece más difícil discernir entre lo esencial y la morralla. Es el periodismo el que tiene la responsabilidad de enfocar, ordenar y dar luz a lo que pasa en el caudal de Twitter. Eso se consigue promoviendo en la sociedad espíritu crítico, enfocando lo interesante y atenuando lo accesorio. Aunque a veces cueste mucho encontrar la aguja en el pajar. Menos aún con la irrupción del ímpetu de Elon Musk, que no tiene pinta de entender muy bien para qué sirve la responsabilidad de cuidar la convivencia en una red social. De hecho, él mismo ha irrumpido en la compañía tuiteando con la misma ferocidad del hater: arrasando con todo, sin necesidad de escuchar a nadie y con la seguridad de sentirse superior al resto de la humanidad.


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El arte del eufemismo para intentar alquilar un zulo a 1100 euros en Tik Tok

Grupo M | 18 noviembre, 2022

Colarse en casas ajenas siempre ha funcionado en televisión. Pero la televisión ya no sólo se ve por la televisión, así que ahora las inmobiliarias discurren vídeos sobre sus pisos en venta y alquiler para visibilizarse a través de redes sociales como Tik Tok, que es la ventana emergente al consumo audiovisual más instantáneamente espontáneo. «Espontáneo», aunque sus usuarios tarden más de lo que parece en grabar y editar sus sketches.

Y los pisos se graban al estilo de un micro spot que, encima, se cuelga gratis en redes hasta lograr provocar la ensoñación del ‘like’ de los usuarios y, de paso, que la gente sepa cómo se llama y dónde está tu inmobiliaria. Aunque, a veces, no queda más remedio que tirar de mordacidad y bien de eufemismos para vestir de aspiracional lo que no deja de ser un vergonzoso zulo. Incluso una pocilga puede sonar a lujo si se utilizan las palabras correctas a la hora de describirla.

A los hechos nos remitimos. Estos días, una inmobiliaria madrileña ha presentado las bondades de un micropiso de alquiler que cuesta 1.100 euros y que, en realidad, no tiene ni habitación ni salón ni cocina ni comedor. Todo es una minúscula habitación. No pasa nada, el vendedor tira de verborrea, y listo: «Ante mí, lo que yo denomino la multiestancia. Salón, comedor, dormitorio y cocina». Todo en uno, pero con la denominación de «multiestancia» ya parece una jugosa modernidad.

Porque a este minúsculo lugar no se puede llamar piso. El inmobiliario lo sabe y ya ha maquinado una engatusadora palabra con la que disfrazar la infravivienda de experiencia única: «Este ‘estudiático’, estudio y ático, va enfocado a un perfil de inquilino joven, quizá soltero, con un estilo de vida muy dinámico», dice en TikTok. A ver, el estilo de habitante para encerrarse ahí será muy dinámico pero poco se va a poder mover dentro del cuchitril rebautizado por ‘estudiático’, en donde el sofá está literalmente pegado a la lavadora.

Sentado en ese mismo sofá, empotrado en el lavadero y a la vitrocerámica en la que no hay margen de maniobra para guisar nada, el mercader ha discurrido también una particular coartada para defender este espacio poco habitable que, en cambio, cuesta 1.100 euros al mes: «¿Y qué le pasa a la gente de ese perfil (refiriéndose al inquilino de vida dinámica)? Pues que cocina poco y, además, tiene cierta reticencia a poner la lavadora. Y es por eso que hemos diseñado aquí la cocina con lavadora integrada para que si un domingo por la tarde está aquí uno y le da pereza tender la ropa simplemente tiene que estirar la mano, sacarla y tenderla en el tendero». Quién no quiere ver el vaso lleno es porque no quiere, vamos.

Aún falta un giro dramático. «Imagino que os estaréis preguntando, ¿y dónde duermo uno?«. Magia, el chico de la inmobiliaria, de repente, hace descender un colchón embutido en la pared que cae sobre el mismo sofá. Sólo le falta decir que, de esta forma, subiendo y bajando el camastro portátil, el inquilino podrá ejercitar sus brazos y ahorrarse parte del gimnasio.

No sabemos si se habrá alquilado ya el ‘estudiático’, pero el minuto y veintisiete segundos que dura este vídeo tiktokero termina siendo una demostración de que el arte del eufemismo puede transformar la inmundicia en opulencia. Y, sobre todo, que la ironía es la única salida para presentar semejante antro. De perdidos, a la ‘multiestancia’. Y alguien picará.

@bydaviddegea Respuesta a @margirl9876 #PepsiApplePieChallenge #housetour #housingo #realestate #pisosenalquilermadrid #pisosdeestudiantes #realestatemadrid #aticoenmadrid #terrazas #realestateinvesting #tiktok #barriosalamanca #tiktok #foryou #inmobiliaria ♬ FEEL THE GROOVE – Queens Road, Fabian Graetz

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Lo bueno de Twitter

Grupo M | 14 noviembre, 2022

Pasan los días y el nuevo dueño de la red social cada vez va apretando más las tuercas a todo el que se acerca a ella. Empezó con los empleados, especialmente los directivos a los que se ha ventilado sin sentir ningún tipo de remordimiento. Cosas de empresarios, y que seguramente haya experimentado más veces en otras de sus compañías como SpaceX, Tesla o PayPal. «No hay más remedio», dijo.

Ser el hombre más poderoso del planeta no tiene nada que ver con entrar como un elefante a una cacharrería. Tras los altos cargos, empezó a arremeter contra los personajes verificados, esos que supuestamente tienen que dar algo de cordura en el mundo de la desinformación. Los que quieran eso tienen que pagar para gozar del privilegio de contar con un tick azul que otros se han ganado en base a, principalmente, su puesto de trabajo. Es un orgullo, sí; aunque también una responsabilidad. Esto no le ha salido bien ya que, hecha la ley, hecha la trampa y los fraudes no han tardado en aparecer con malas consecuencias para algunas empresas suplantadas.

Pero la gota que colma el vaso es decir que posiblemente la empresa tenga que echar el cierre, que no es viable económicamente. De números puedo opinar poco, porque no sé de ello. Eso sí, claro está el siguiente objetivo, el grueso de los usuarios. Musk es experto en generar el caos dentro de los avisperos donde se mete. Comprar esta compañía tan cercana al usuario tiene sus pros y sus contras, pero para Musk todo son fallos.

No debe morir, somos muchos a los que se nos pasa la vida disfrutando entre tuit y tuit

Como habitual consumidor veo cosas negativas en el muro, por supuesto, y es necesario atajarlas para no crear problemas a una sociedad que ya de por sí vive demasiado al límite. Ahora bien, en Twitter he podido informarme prácticamente a tiempo real de multitud de eventos. Permite conocer gente interesante de otros puntos de la geografía y de muchos ámbitos de la vida. Hay científicos, filósofos, historiadores, académicos de la lengua, periodistas, juristas, policías y muchos profesionales que hacen una labor de divulgación sensacional. He conseguido empleos gracias al contacto que he hecho con compañeros del gremio y que han decidido apostar por un curioso con ganas de reflexionar o contar historias. Puedo decir incluso que he hecho amistades, es más, observo que hay algunas personas que han hecho incluso comunidades de amigos que van juntos a disfrutar de partidos de fútbol, conciertos o cañas en el bar de la esquina.

Hay malos, sí. Hacen mucho ruido, también. Pero también hay gente impresionante a la que no hemos descubierto aún y que pueden aportar puntos de vista diferentes ante la opinión que cada uno pueda tener. Una de las cosas más maravillosas que podemos hacer los seres humanos es compartir vivencias e inquietudes. Twitter nos ayuda a ello. No debe morir, somos muchos a los que se nos pasa la vida disfrutando entre tuit y tuit.


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Elon Musk y la mentira del poder para el pueblo

Grupo M | 3 noviembre, 2022

Elon Musk no sólo es un millonario que acaba de adquirir Twitter, también representa al magnate con afán de protagonismo. Disfruta con el foco, disfruta provocando, disfruta sintiéndose poderoso. Maneja bien el ruido, ese que abunda en la red social que acaba de comprar. A la caza de la foto y la polémica, su primera vez entrando a la sede de la compañía ha sido con un lavabo en brazos, dispuesto a limpiar. Y, tras despedir a toda la cúpula, ya ha empezado su particular revolución, insinuando (a golpe de efectista tuit, claro) que piensa cobrar por ser usuario verificado de la red social, entre otras cosas. Pero vayamos al fondo del asunto.

«El actual sistema de señores y campesinos de Twitter para saber quién tiene o no tiene una marca azul es una mierda. ¡Poder para el pueblo! Blue (por el tik) por 8 dólares al mes», dice Elon Musk en su famoso tuit, que suma más de 100.000 ‘retuiteos’ y más de 500.000 ‘me gustas’. Un éxito para su ego que, además, define bien su manera desvirtuada de entender la libertad.

Si pagas, tendrás el tik azul y mayor visibilidad. Da igual la calidad de aquello que se publique. Ahí está la catástrofe de credibilidad que se avecina en Twitter. Porque el check azul nació de la necesidad de otorgar rigor a la red social. Para evitar suplantaciones de identidad y subrayar ante el usuario que está ante un prescriptor serio, se inventó esta reconocible iconografía para verificar cuentas. Es decir, para contrastar que estabas frente a un perfil fiable, ya fuera porque es llevado por una personalidad real o por un profesional destacado en lo suyo.

Cuando Musk habla de «¡poder para el pueblo!», en realidad, se refiere a que todo se puede comprar con dinero. Musk quiere hacer negocio con la hoguera de las vanidades de aquellos que sueñan con el check azul. Aunque, paradójicamente, si se puede comprar, el tik ya no proyectará prestigio. Entonces, ¿para qué pagarlo?

Por supuesto, esta decisión será defendida por Musk como que ya no habrá status en Twitter y que todo está al alcance de todos. Siempre que tengas pasta. Lo que delata que no ha entendido nada de las redes, pues los referentes que hacen más grande la plataforma pocas veces pagarán por el check porque no lo necesitan y quedarán diluidos, mientras que ganarán visibilidad los telepredicadores dispuestos a invertir para que el algoritmo posicione mejor su discurso con ayuda del tik azul. Así no se democratiza una aplicación, así sólo se transforma en una teletienda que mermará el valor de la compañía.

Al final, el debate por el tik azul es lo de menos. Sólo es una pegatina que no van a necesitar los que regalan gratis su conocimiento sabio a la red y que, a la vez, son los referentes sociales que más necesita Twitter para sobrevivir y seguir siendo relevante. Pero Musk recalca en otro tuit, muy boca-chancla: «Spoiler alert: tienes lo que pagas». No se ha percatado de que, por esa regla, él debería ser el que pagara por todo el contenido que ceden los usuarios a su red. No ha entendido el intercambio que sustenta a una plataforma como la del pájaro. El soberbio discurso con el que intenta justifica sus «grandes ideas» sobre todo representa la patraña de alimentar la confusión de libertad con tener dinero para pagarlo. ¿Libertad? Más bien, la desigualdad del sálvese quien pueda.



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