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Letizia y su guiño a una joven que retrata la sociedad que ya no puede dejar de grabar

Grupo M | 15 abril, 2023

«Todo el rato me grabas, ¿no? ¡Hola!, ¡Hola!, ¡Holaaa!«. La reina Letizia bromea con la cámara de una joven participante en un encuentro del Tour de Talento de la Fundación Princesa de Girona, que se ha celebrado esta semana en Córdoba.

La imagen se ha viralizado velozmente. Por espontánea, por cercana pero, también, por descriptiva de la sociedad en la que vivimos, donde a los reyes ya no les tardan años en pintar sobre cuadros ecuestres y ya podemos grabarles con nuestro propio móvil de tú a tú. Incluso quizá interactuen con nuestra grabación. Como hace Letizia, rápida de reflejos, en este vídeo que ha compartido @elenaaluquee_ en su cuenta de TikTok.

La alumna, ilusionada, ha colgado este instante con un contundente: «sigo sin creerme que he visto hoy a la reina«. TikTok es el diario de las nuevas generaciones. Ahí se informan y ahí comparten su forma de entender el mundo, ya sea bailando, reflexionando o simplemente mostrando su día a día. Elena estaba grabando a la reina en el recorrido en el que saludaba el personal, pero las casualidades hicieron que la monarca se quedara parada justo delante de ella. Y ella no pudo parar de grabar, y siguió apuntando, desde abajo, durante la conversación.

A Letizia no le pasó desapercibido el móvil al quite y lanzó ese ‘hola’ cómplice a un siempre desfavorecedor plano contrapicado de la cámara. Estampa que, en el fondo, retrata cómo los nativos en redes sociales han interiorizado que los momentos especiales son menos especiales si no reciben muchos likes en Instagram o TikTok.

Ese descriptivo, simpático y libre de protocolos: «Todo el rato me grabas, ¿no?» de Letizia también habla de cómo no podemos quitarnos la ansia de las redes e intentar degustar con nuestros propios ojos situaciones que sentimos únicas para nosotros. Porque si no lo grabas, parece que no existe. Si no lo grabas, no estará validado por nuestro contorno virtual que ya es tan importante como el entorno físico.

Hay que almacenar recuerdos digitales, pues. Todo el rato. Mejor si es con encuadres que transforman la monótona rutina diaria en hitos excepcionales. Y, claro, si te encuentras de frente con la reina, cómo vas a osar en parar de grabar y guardarte el móvil en el bolsillo. No, no puedes permitirte dejar escapar la oportunidad de que la reina Letizia Ortiz sea una guest star de tu TikTok. Ni siquiera te planteas la duda existencial de grabar o no grabar por respeto. Lo natural es grabar. Porque si no lo publicas en tu perfil, se nos ha metido en la cabeza que lo vivido vale menos. Sin fardar con pruebas de haber estado allí, no hay paraíso.

@elenaaluqee_

sigo sin creerme que he visto hoy a la reina

♬ sonido original – eleenii?


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Los peligros de las imágenes falsificadas: la culpa (no) será de la Inteligencia Artificial

Grupo M | 10 abril, 2023

La Inteligencia Artificial logra imágenes tan realistas que es demasiado fácil creérselas. Ya hemos visto al Papa Francisco con un hinchado plumífero digno de Beyocé o a Donald Trump detenido como si fuera protagonista de un remake de Orange Is the New Black. Fotos que dan el pego, perfectas para retuitear compulsivamente. Son morbosas, son llamativas, pero son fake.

Parece que cada vez nos cuesta más diferenciar entre verdad y ficción. Hay que aprender a cuestionarse cada fotograma que nos encontramos a nuestro paso. La Inteligencia Artificial es rápida y eficaz a la hora de convertir una fábula en una fotografía que pinta recién hecha por tu propio smarthphone. Por ahora, el truco para verificar cualquier imagen está en inspeccionar las extremidades de sus protagonistas, pues la IA es torpe con las manos. Se pasa de dedos o no llega. Incluso da la sensación que pocas veces acierta a poner cinco en una mano humana.

Mientras se subsana esta falta de precisión digital, se culpabilizará a la Inteligencia Artificial de la pérdida de rigor de la información. Peligro. Danger. Socorro. Estamos indefensos ante imágenes que parece que son lo que nunca han sido. Pero, ¿acaso esto es una novedad? La manipulación de la imagen existe desde antes de que se inventara la fotografía.

Todavía hoy nos tragamos fotos «históricas» del nazismo como ciertas, cuando eran montajes listos para que la masa adorara y hasta viera simpaticón a Adolf Hitler. La maquinaria de Joseph Goebbels era maestra para falsificar la vida. Por mucho que diera el cante el retoque fotográfico. Como la imagen de un joven y entusiasta Hitler entre la multitud asistente a un mitin que celebraba la declaración de guerra alemana en 1914 en Munich. Con esta postal, se buscaba proyectar la implicación patriota de un veinteañero Hitler. Nadie veía que su reconocible cara, con su perturbador bigotillo, era un conciso pegote que sobresalía sospechosamente encima del resto de personas. Pero se sigue compartiendo esa imagen como rigurosa. Como tantas otras, en las que el propio Goebbels se borraba del encuadre para que la estampa quedara más entrañable. O eso pensaba él.

No había programas informáticos, pero sí la artesanía fotográfica que nos sugestiona a través de perspectivas que engañan a nuestro ojo. La llegada de la inteligencia Artificial abre imprescindibles puertas de progreso. Aunque, como siempre y como todo, habrá quien la use maliciosamente. Incluso nos distraeremos escuchando voces melancólicas desgranando todos los peligros de los embustes de la Inteligencia Artificial, a la vez que nos seguiremos creyendo cualquier cutre collage de fotos amañadas con un artesanal corta, pega y colorea al estilo de panfleto nazi. La culpa no será de la Inteligencia Artificial, será de cómo entrenamos nuestra mirada crítica.


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Twitter, ¿lugar sin ley?: ‘Peli de tarde’, hackeada

Grupo M | 4 abril, 2023

«Abrumado por tantas muestras de cariño y apoyo. Me siento como el típico protagonista de peli de sobremesa, dueño de un aserradero familiar, a punto de perder su negocio a manos de un empresario, y salvado gracias a la recolecta que organizan los vecinos de su pueblo de Vermont». La cuenta de Twitter Peli de Tarde agradece los afectos recibidos después de sentir que ha perdido toda la comunidad creada gracias a sus brillantes tuits que ironizaban sobre los telefilmes de sobremesa que no podemos dejar de ver aunque sepamos cómo acaban.

Porque la cuenta original de Peli de Tarde ha sido hackeada. Y este mensaje ha sido lanzado desde un perfil nuevo. Con mismo nombre, pues los okupas de Twitter liberaron @pelidetarde. No les interesaba una marca tan poderosa, sólo querían quedarse con sus más de 100.000 seguidores.

Así son los piratas de las redes sociales. Parecen menos astutos que el malo torpe del telefilme de la hora de la siesta de Antena 3. Simplemente roban cuentas para acribillar a sus miles de followers con mensajes que esos seguidores no atenderán. Ni representan sus intereses ni captan sus inquietudes por su tono sectario, histérico y sucio.

Ahora el viejo Peli de Tarde se ha transformado en una tómbola loca de spamear y retuitear proclamas de cryptomomendas, bitcoims y mucho ruido a la caza de visibilidad. O algo así. Tuits que son basura viral. La antítesis de lo que buscaban los seguidores de Peli de Tarde a través de esta usuario que otorgaba un contenido ingenioso.

Pero, sin embargo, Peli de Tarde ha perdido toda su congregación de fieles, sembrada durante años. Un hackeo que representa cómo Twitter se va convirtiendo en una especie de ciudad sin ley, en donde los verdaderos usuarios que crean y comparten contenido de calidad están desprotegidos. El mundo al revés.

Y parece que da igual. Da la sensación que es misión imposible encontrar un gestor que ayude a recuperar lo que te han hurtado para nada. Porque lo que el hacker no sabe es que, en este caso, ha ocupado un espacio compuesto por espectadores críticos que no van a caer en sus tretas. Sólo querían reírse con tramas absurdas de peli de tarde. Esas pelis que, en el último minuto, solucionan toda la tragedia en una reconfortante giro dramático de alegrías. No pinta que pasará esto con el desenlace de Twitter. Aquí los buenos ya no suelen ganar. A no ser que puedan pagarlo.


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La política y la caza de la popularidad en TikTok

Grupo M | 2 abril, 2023

Hace tiempo que la teatralización política se cocina con ayuda del debate en Twitter, aunque ahora ya también mira de reojo a TikTok. Sin ir más lejos, el tiktoker Helio Roque ha protagonizado su propio discurso en la puesta de largo de la candidatura a las elecciones generales de Sumar. Al frente, Yolanda Díaz con su control de la oratoria, arropada por diferentes personalidades de diversos ámbitos, entre ellas Helio.

El enfoque mediático del acto se ha tambaleado cuando el propio Helio Roque, visiblemente nervioso, ha verbalizado: «Los jóvenes no somos unos quejicas, es que no queremos tragar. Que en otras generaciones se hayan permitido abusos… bueno, pues haber peleado”. Las nuevas generaciones, a menudo, pecan de creer que son las primeras en todo. Un clásico, fruto de cuando todavía desprendes la ilusión de sentir que tienes todo por delante.

Helio hoy puede luchar, reivindicar e incluso tiktokear porque otros batallaron antes. Los derechos son una carrera de relevos. En los que unos corren más, otros menos, pero siempre hay que seguir trotando para dejar la pista más libre de obstáculos a los que vendrán.

Y Helio lo sabe. Él mismo ha pedido disculpas tras el acto. Sus palabras se han desvirtuado, le impuso un pabellón abarrotado de gente. Porque explicar en un escenario con público es muy distinto a crear un mensaje en TikTok o Instagram, donde puedes repetir y editar cada reflexión al gusto. Y ahí está el problema de fondo que ha empujado a esta situación en la presentación de Sumar: no se comunica igual en un vídeo de TikTok que en un acto político. Aquí, chirría culpabilizar al otro con una resonante: «bueno, pues haber peleado».

Helio Roque está experimentado como creador de contenidos de entretenimiento en redes sociales. En sus perfiles, genera un todopoderoso vínculo de complicidad con sus seguidores a través de una ironía que te acaba permitiendo todo. Hasta decir alguna que otra barbaridad, de manera mordaz. Como consecuencia, Helio lo mismo puede hacer un vídeo reivindicativo, que recibir regalos del metro de Madrid y, después, del de Barcelona de manos de la propia Ada Colau, que comentar los dimes y diretes de Eurovisión. Nada se cuestiona: es un entretenedor en el maravilloso sentido de la palabra.

Y su virtud es que sus propuestas de vídeos son muy transversales: sus inquietudes son amplias, es un chico de su tiempo y con ideales. Un día realiza un recorrido por la arquitectura de Badajoz y al otro entrevista a Ione Belarra en la red social de vídeos cortos, que ya es una de las grandes plataformas de acceso a la información entre los más jóvenes. TikTok triunfa porque es el nuevo reality show que todos llevamos en nuestra mano: se consume tan rápido como manejamos el móvil. Si te aburres, deslizas el dedo y llegará otro impacto visual más llamativo, más provocador o más de verdad. Y los políticos quieren acercarse al caudal de ‘likes’ de las redes sociales. En ocasiones, muchas ocasiones, priorizan asociarse públicamente a aquellos que tienen muchos ‘likes’. Buen atajo, pero más rédito sacarán si encuentran la capacidad de compatibilizar el ‘me gusta’ con visibilizar la motivadora inspiración del discurso más profundo de otros en situaciones vitales en las que no les queda otra que cambiar el mundo con el talento de las ideas. Pero, claro, no siempre tienen los suficientes ‘followers’ y no siempre están de «moda». Es el mercado de la viralidad, amigos.

Helio Roque cuenta con una mirada propia con la que se ha ganado sobre todo la popularidad en TikTok. Así se está abriendo muchas y merecidas puertas, tanto que ha sido un reclamo que ha aprovechado Sumar en su presentación. Pero su protagonismo ha dejado también un aprendizaje para él y para todos: no es igual hablar en un acto de activismo político colectivo que se observa desde fuera con espíritu crítico a una red social en la que existe un lazo de complicidad individual en primer plano. De hecho, no es igual hacer política que hacer entretenimiento. Aunque se nos haya olvidado.



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